Siempre he creído que es básico que escuchemos lo que nuestros padres o mayores opinan de las cosas que pasan a nuestro alrededor, más aún últimamente que la sociedad avanza a unos pasos tan agigantados que ni siquiera es capaz de asimilarlos.
Las generaciones se adaptan al entorno tecnológico que les ha tocado vivir, y ajustan sus preferencias al mismo. La mayoría de los que les resulta de alguna manera preocupante el que Finlandia deje de hacer énfasis en la caligrafía pertenecen a una generación que no concibe cómo sería el mundo si no escribiésemos a mano, y que se agarra a esa tecnología, la del bolígrafo y el papel, como si fuera un salvavidas, como si realmente fuese fundamental para nuestro desarrollo cerebral (igual que otros creyeron que lo eran la plumilla y el tintero, o el punzón anteriormente), o como si nos fuese a salvar de algún tipo de Apocalipsis mundial.